jueves, 26 de agosto de 2010

Cosa de dos

La media naranja. Ese alma perfecta, complementaria, hecha para ti. La eterna búsqueda de los amantes. Alguien para ellos. Alguien a su medida. ¿Y cuando se encuentran? ¿Qué ocurre cuando se reconocen los sabores, las series de televisión, la música…? ¿Qué sucede cuando se complementa incluso la forma de amar? Cuando la cabeza reconoce que todo es tan perfecto que resulta demasiado casual. Cuando el corazón debería reaccionar. ¿Y… cuando esto no ocurre? ¿Será que después de todos aquellos cuentos de hadas a veces no podemos imaginarlos como algo más? Tú has llegado. Tan perfecto. Con tus helados de galleta de limón. Haciéndome desear poder creer en este disparatado encuentro. Darte. Darnos una oportunidad. Con esa manera de sorprenderme cada vez que nos topamos con el no entender por qué no nos habíamos conocido. Pero no. No estoy enamorada de ti.

martes, 24 de agosto de 2010

En primera clase

¿Has viajado en tren alguna vez? Sí, claro que sí. Todos hemos subido alguna vez en un vagón de metro o ferrocarril. Pero, ¿has visto a todos esos pasajeros? Sí, claro que sí. Vemos tantas cosas a lo largo del día… La pregunta es: ¿has fijado hoy en algo la atención? Cuando subes a un tren te dispones a compartir ese espacio durante minutos, horas, con alguien más. Pasamos la mayor parte del tiempo con desconocidos como ellos: en la cola del cajero, en un restaurante, en una estación…  Y después de todo esto ni siquiera sabríamos decir dónde vimos aquellos encantadores ojos azules. ¿Sabes? Aún no he descubierto nada más mágico que pasar las horas en un tren. Caminos que convergen en esas cuatro paredes. Vidas distintas que se cruzan ignorantes. Quién sabe cuántas escenas de amor. Quién sabe cuántos abrazos. Quién sabe cuántos lloraron y cuántos rieron allí dentro. Tú te sientas allí, obligado a detenerte y, a veces, prestas un poco de atención, intentando adivinar la causa de las ojeras hundidas de aquella chica del fondo. Pensando con quién hablará aquel ejecutivo mientras  la aparente viveza de sus palabras no le llega a los ojos. Y desvías la mirada hacia la ventana y, en el reflejo, una señora te sonríe feliz a pesar de su avanzada edad. Entonces observas tu cara en el cristal. En algunos momentos sería suficiente un poco de atención para darnos cuenta de que puede ser algo especial. Aunque, no me hagas caso. Ya sabes, quizá solamente tengo buenos recuerdos que me rigen la mirada. Tú puedes seguir viviendo deprisa, yo hoy voy a obligarme a detenerme y disfrutaré del mecimiento de las vías rozando bajo el vagón. Y le sonreiré a esa señora.